viernes, 10 de abril de 2009

Capacidades Físicas.

Capacidades físicas
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Las capacidades físicas básicas son condiciones internas de cada organismo, determinadas genéticamente, que se mejoran por medio de entrenamiento o preparación física y permiten realizar actividades motrices, ya sean cotidianas o deportivas y las vemos a continuación:
la coordinacion: capacidad para controlar sincronizadamente todas las partes del cuerpo y respiracion.
la elasticidad: es la capacidad para ser flexible, pero no perder la forma de los musculos, piel y huesos anterior al estiramiento.
la flexibilidad: capacidad de extensión máxima de un movimiento en una articulación determinada. A diferencia de las demas cualidades físicas, esta capacidad se va perdiendo desde que se nace.
la fuerza: capacidad neuromuscular de superar una resistencia externa o interna gracias a la contracción muscular.
la velocidad: capacidad de realizar acciones motrices en el mínimo tiempo posible.
la resistencia: capacidad física y psíquica de soportar la fatiga frente a esfuerzos relativamente prolongados y/o lograr una recuperación rápida después de dicho esfuerzo. El desarrollo de la resistencia permite oponerse al cansancio.
Estas cualidades físicas están desarrolladas de forma diversa en cada persona de acuerdo con el esfuerzo que debe realizar diariamente o en su actividad deportiva, en conjunto determinan la condición física de un individuo.
En "coordinación" en su sentido más general, la coordinación consiste en la acción de coordinar, es decir, disponer un conjunto de cosas o acciones de forma ordenada, con vistas a un objetivo común. Según algunos autores[1] , la coordinación es "el acto de gestionar las interdependencias entre actividades".

Patrones básicos del movimiento.

EL DESARROLLO DE LA MOTRICIDAD EN EL NIÑO EN SU PASO POR LA ESCUELA BÁSICA.

En este breve espacio intentamos esquematizar de manera sencilla, cómo es que el movimiento se va dando en el ser humano desde que nace y cómo se va afinando a través de la maduración y las experiencias propias, dado que estas etapas son las que se suceden en el niño durante su paso por la escuela básica y resultan por tanto, motivo de estudio para el educador físico puesto que su labor docente incide en el desarrollo de la motricidad en el educando.

Así iniciamos comentando que, desde el momento en que el niño nace, inicia, a la par que su crecimiento biológico, el proceso de descubrimiento de su “yo” y del mundo que le rodea; el conocimiento progresivo de sí mismo y de su entorno se fundamenta en el desarrollo de sus capacidades de percepción y de movimiento.

El desarrollo perceptivo-motor es el umbral desde el que se inicia el movimiento en el ser humano a partir del momento en que abre los ojos a este mundo. Se va dando a la par que el desarrollo biológico (en donde se observan los cambios físicos relativos al peso y la estatura); al desarrollo fisiológico (en donde se presentan cambios internos y externos que son más observables en el periodo de la pubertad); y también los cambios psicológicos (en donde la conducta se va transformando a medida que el ser humano crece, se comunica y se interrelaciona con sus semejantes hasta llegar a conformar una personalidad propia).

Como hemos señalado, estas líneas ocupan el estudio del desarrollo del movimiento, por lo que iniciamos con el proceso perceptivo-motor el cual puede describirse como el proceso para alcanzar la coordinación de la actividad motora (de movimiento) a través de la organización de los estímulos sensoriales.

Para entender el significado de la percepción, habrá que iniciar considerando que los sentidos son, en primera instancia, el vehículo a través del cual el ser humano recibe los estímulos provenientes tanto de su interior, como del exterior. Posteriormente, cuando un conjunto de sensaciones han sido procesadas por la mente, se transforman en una percepción. De tal forma, que todo movimiento voluntario, es resultante de la información percibida a través de los distintos estímulos sensoriales.

Las capacidades coordinativas que se desarrollan a lo largo del proceso perceptivo-motor, representan los puntos de partida para el aprendizaje de movimientos más elaborados que serán posibles a través de la afinación de la coordinación, la cual se observa en una ejecución cada vez más eficaz del movimiento.

El desarrollo perceptivo-motor por tanto, es un proceso que se lleva a cabo en el niño desde que nace hasta aproximadamente los seis o siete años de edad, por ser la etapa que resulta más propicia para estimular cada una de las capacidades que conforman sus tres componentes fundamentales: la corporalidad; la temporalidad y la espacialidad. La síntesis de todos estos elementos se hace evidente en la adquisición del equilibrio y posteriormente de la coordinación, capacidades que en su conjunto, van permitiendo al niño despertar al conocimiento de sí mismo, del espacio, de las personas y de los objetos que le rodean.

Pero, ¿qué es una capacidad? Aquí señalamos que una capacidad es en principio, aquella cualidad (atributo nato) que se va afirmando en el niño por medio de los procesos de maduración; cualidad, que al ser mejorada a través de la práctica, llega a convertirse en una capacidad. De tal forma, las capacidades motrices constituyen los cimientos de las habilidades motrices.

Para entender qué son las habilidades motrices, tenemos que empezar por definir al movimiento y conocer qué son los patrones de movimiento, así como los patrones fundamentales o básicos de movimiento. Para ser más precisos en lo que a terminología se refiere, nos remitimos a los estudios que sobre desarrollo motor han sido efectuados por el Doctor Gallahue desde los años ochenta, en donde señala que el término “movimiento”, está referido a los cambios observables de la posición de alguna de las partes del cuerpo; en cambio, un patrón de movimiento o patrón motor, es una serie de movimientos relacionados entre sí, pero que por su simplicidad no llegan a ser considerados como patrones básicos de movimiento, como levantar y bajar un brazo o una pierna. En cambio, los patrones fundamentales o básicos, son más complejos porque encierran una combinación de patrones de movimiento de uno o más segmentos del cuerpo como los que entran en juego al caminar, correr, saltar, lanzar, cachar etc.

Los patrones básicos de movimiento han sido divididos en general por los estudiosos del tema en cuatro grandes grupos: desplazamientos, saltos, giros y manipulaciones. Otros como Gallahue, insertan a los desplazamientos y saltos en una sola categoría o grupo al que le denominan de locomoción, y al equilibrio en el grupo de los giros, por lo que dividen a los patrones básicos de movimiento en: locomociones (desplazamientos y saltos); estabilizaciones (giros y equilibrios); y manipulaciones (lanzamientos, recepciones, golpeos con pies y con manos). Al final, ambas clasificaciones trabajan lo mismo.

Sin embargo, para que el niño esté en condiciones de realizar algún patrón de movimiento básico como el correr, debe haber pasado por las etapas previas de desarrollo del movimiento: iniciando con los movimientos reflejos (movimientos involuntarios realizados durante los primeros meses de vida); posteriormente y alrededor de los dos años, le fue posible llevar a cabo movimientos conscientes pero poco estructurados llamados movimientos rudimentarios (alcanzar, apretar y soltar objetos; controlar sus manos y su cuello y aprender a erguirse y sostenerse en pie).

Más adelante (de los tres a los seis años aproximadamente), comenzó a desarrollar patrones de movimiento (subir y bajar una pierna o un brazo; mover el tronco hacia delante y hacia atrás, hacia un lado y al otro), los cuales a través de la maduración, la ejercitación y la coordinación combinada de estos movimientos, pudo convertir finalmente en patrones básicos de movimiento (caminar, correr, saltar, lanzar, equilibrarse).

Cabe señalar que mediante la práctica, es posible mejorar y afinar el movimiento, para llegar a transformarlo en una habilidad motriz.

Para efectos de trabajo práctico, en el área de educación física, las habilidades motrices han sido clasificadas en: básicas o fundamentales, específicas y especializadas, aunque algunos autores insertan a las especificas y especializadas en la misma categoría.

Una vez comprendido lo anterior, podemos asentar que las habilidades motrices básicas se pueden definir como la familia de habilidades amplias, generales y comunes a muchos individuos. Son el “vocabulario básico de nuestra motricidad”, y son también la base del aprendizaje posteriores. Estas habilidades pueden servir de plataforma para aprender y desarrollar situaciones más complejas y elaboradas de movimiento. Como ejemplo podemos mencionar como una habilidad básica “la carrera” (considerada como un movimiento fundamental integrado dentro del grupo de desplazamientos). En la medida en que el niño recibe estímulos del exterior (aunado a su propio proceso de maduración), podrá correr de manera más ágil.

Las habilidades específicas son aquellas habilidades de movimiento cuya enseñanza está directamente encaminada al aprendizaje de uno o varios deportes; es decir, que son aquellas actividades motrices que un individuo lleva a cabo en un entorno más concreto como pudiera ser el del atletismo o el del futbol con fines meramente recreativos.

Las habilidades especializadas, por su parte, son aquellas que se diferencian de la anterior clasificación (habilidades específicas) porque la enseñanza, el aprendizaje y la práctica misma de las habilidades, tiene como fin la competencia deportiva, en ocasiones encaminada al alto rendimiento. Es aquí en donde se van trabajando a la par que la táctica y la técnica propia de cada deporte, el acondicionamiento físico.

Lo anterior resulta importante porque el profesor de la escuela básica trabaja con los niños y adolescentes, precisamente en las edades en que éstos se encuentran en las etapas, fases o estadios idóneos para estimular aprendizajes relativos a los patrones motores, los patrones motores básicos (o fundamentales) y las habilidades motrices básicas. Al respecto, Sanchez Bañuelos divide en cuatro las fases o estadios del desarrollo motor:

La primera es el desarrollo de las capacidades perceptivas a través de las tareas motrices habituales; que va de los cuatro a los seis años. La segunda fase de los siete a los nueve años, que es cuando los niños pueden elaborar esquemas de movimiento de alguna forma estructurados; es decir, con un cierto grado de autonomía y posibilidades de relación con su entorno. Esta etapa se caracteriza por la estabilización, fijación y refinamiento de los esquemas motores y por el desarrollo de habilidades motrices básicas.

La tercera fase corresponde a la iniciación de las habilidades motrices específicas y el desarrollo de los factores básicos de la condición física que de acuerdo al autor, abarca desde los diez a los trece años, cuando es posible partir de los aprendizajes básicos, hacia otros más estructurados. Finalmente, la cuarta y última etapa del desarrollo motor, comprende de los catorce hacia los dieciséis o diecisiete años, cuando el adolescente está apto para desarrollar actividades motrices específicas, iniciando de esta forma el trabajo deportivo propiamente dicho.

Esperamos que estas breves y sencillas líneas sirvan para apoyar la comprensión de la motricidad, ya que cuanto más conozcamos acerca del niño y del adolescente, estaremos en mejores condiciones de adecuar nuestro trabajo docente a favor de su desarrollo.